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El Arte de concertar (Segunda Parte)

Por M.N.U. y Lic. Gabriel Ballesteros Martínez
Recientemente los regidores del PRI en el Municipio de Querétaro declararon que van a proponer un reglamento para recaudar la opinión ciudadana respecto de la obra pública y el uso del suelo. La idea es de celebrarse y valdría la pena apoyarla siempre y cuando el enfoque no sea meramente  electorero,  pues la gente no es un balón para echarse una “cascarita” política contra el alcalde.
La ciudad es obra de mil y un arquitectos. Una obra inacabada que vamos dirigiendo todos,  cada cual como mejor nos parece. En esta babel,  con frecuencia se impone la ley de la selva. La del más  fuerte, la del más conectado. La del más insistente, la del más cerrado. Mi creencia particular es que podemos cambiar el modelo y construir poco a poco un diálogo sobre sistemas de participación abiertos y transparentes. ¿Quién sabe? con suerte  y no repetimos el modelo que de seguir como vamos, inexorablemente imitaremos: un D.F. chiquito, con problemas menos caros pero igual de disminuidos en cuanto a calidad de vida; una metrópoli feroz, socialmente fragmentada y muy difícil de financiar.
El diseño participativo,  es un conjunto de técnicas que nos puede ayudar a redefinir la realidad; es un modelo para estructurar el diálogo ciudadano sobre la base de propuestas urbanas que surjan legítimamente de la opinión pública.  Información, diálogo y prioridad. La obra pública no puede planearse sobre la base empírica de solo creer que es necesaria. Con frecuencia la gente quiere otra cosa antes que el puente o el auditorio.  El diseño participativo asegura que las inversiones se hagan con el mayor beneficio social posible,  pero sobre todo  con pertinencia en cuanto a su dimensión, ubicación y estructura. No hay que tener miedo a que la gente diga cómo cree que deben hacerse las cosas. La política urbana puede nutrirse del siempre sorprendente  sentido común.
A los regidores que estén diseñando la propuesta, hay que pedirles que se aseguren que las condiciones del diálogo sean parejas. Que la opinión vecinal se pida antes de que se paguen sumas cuantiosas en estudios y planos. Que la oportunidad de hacer cambios a lo propuesto sea real y que los momentos sean definidos para que ni vecinos ni autoridades puedan extorsionarse entre si.
Hay que pedirles también,  que al modelo de consulta se le incluyan técnicas  como el taller de diseño ciudadano –sin ases bajo la manga–  dejando con sinceridad que la gente exprese sus razones por necias que puedan resultar. En el caso de Arboledas que supongo seguirá en  Derechos Humanos, hubiera sido muy atinado abrir el expediente antes de iniciar los trabajos de los estacionamientos; sin embargo, no hay responsabilidad de nadie pues no es una obligación determinada;  si bien hoy aparece en la Ley de Planeación que los ciudadanos deben ser convocados a “tomar” la decisión de la obra pública, no dice ni cómo  ni cuándo.   Otro asunto “ni-ni” para la araña…
Y ya que van a dedicarse a realizar una propuesta (porque estamos seguros que no fue pura grilla municipal) les sugerimos le entren de una vez al análisis de una Procuraduría del Desarrollo Urbano como la tienen Guanajuato o Jalisco. Échenle un ojo a esta institución que más allá de un simple ombudsman urbano,  es una estructura que vertebra el desarrollo urbano en su planeación, autorización y ejecución.  No hay que darle muchas vueltas, es fácil quitarnos lo  nemboc (no- en –  mi – barrio/colonia) y también es fácil someter a la autoridad al diálogo y la transparencia… solo falta que la autoridad quiera. Si ustedes ya se comprometieron, que son la autoridad,  pues ya nada más falta ver el proyecto reglamentario para dar nuestra opinión.
P.D. Una obra de consulta sobre este tema que recomendamos,  es “La Participación en el Diseño Urbano y Arquitectónico en la Producción Social del  Habitat” del CYTED (2004), el nombre es muy apantallador pero la obra muy sencilla.


El Arte de Concertar (Primera Parte)

Por MNU y Lic. Gabriel Ballesteros Martínez
Concertar los intereses en materia de desarrollo urbano y obra pública, no solo es cuestión de planos y explicaciones; no solo es materia de estudios sobre lo que es o no conveniente; con frecuencia ni siquiera es un tema que tenga que ver con dinero o ventajas inmediatas; concertar los intereses entre el gobierno, los vecinos y las empresas es un arte urbano que sucede delicadamente;  fruto de la preparación, de la inteligencia política y del tino al escoger al negociador. Es consecuencia de la mano firme y del arte torero de no hacer caso a quien solo quiere llevar agua a su molino. Se da con información y se cosecha con humildad.
Siempre hay más de una solución ingenieril para cualquier entuerto urbano. Estoy seguro que el trazo del Distribuidor Querétaro Capital tiene varias opciones; como seguramente las tuvo el Bicentenario y como las ha de tener el que se realiza en la Plaza de Toros. Si uno se fija siempre hay que criticar, siempre alguien que pierde comodidad. Siempre una curva mal trazada, un letrero erróneo, un semáforo mal ubicado, etc…
Para frenar una obra pública solo basta politizarla: crear los buenos y los malos; dos bandos, los arbitrarios y las víctimas; después vienen analistas, representantes y políticos “wannabe” y  queda fraguada la receta para una obra pública ensombrecida por la duda y la suspicacia. En los últimos años muchas son las obras que se han “politizado”: el dren norte en Carrillo se lleva los máximos honores, 12 años tardaron población y gobierno para ponerse de acuerdo. Se decía que era una treta para terminar  expropiando a la gente. En otra zona de la ciudad, allá por el 2004 la regeneración de Pasteur Sur, fue tomada por ambientalistas encabezados por Pamela Siurob, que se amarraban a los árboles con un letrero de “no dejes que me maten” (si, aserto usted que siempre acierta, esos mismos que poco han logrado frente al aniquilamiento de jacarandas en Bernardo Quintana). En aquellos días hubo que garantizarle por escrito a los  locatarios de la Central de Abastos,  que esa modernización vial no significaba el inicio de su exclusión de la ciudad en corto plazo e incluso hubo comerciantes que exigieron  al gobierno pagar su  renta mientras la obra estuviera en construcción.  
Muchas son las anécdotas. Otra de antología es la del puente de Industrialización –apodado en sus inicios “el puente de Rolando”– hoy conexión eficiente del centro de la ciudad con Hércules. Era,  según los vecinos de Álamos Segunda Sección, un atentado a su seguridad y podría significar la debacle del valor del suelo. Si lo vemos hoy, salvo por el ineficiente retorno hacia el sur, lo estrecho del corte y el tamaño de las guarniciones, es indispensable para darle un respiro al nudo de Los Arcos y la Colonia no perdió calidad de vida.
El reciente enfrentamiento entre vecinos y autoridades municipales en la Colonia Arboledas no debe tomarse a la ligera. Es una muestra presente de los muchos idiomas que hablamos en la ciudad y de la falta de una estructura institucional para la concertación política y social de la obra pública. Es una muestra más de lo que nos urge el Instituto de Planeación Territorial; un detalle de lo mucho que hace falta el Diseño Urbano Participativo como eje de la preparación de los presupuestos anuales y, asimismo,  de la urgencia que tenemos por una nueva Ley de Planeación (1991).
Escuchaba la semana pasada el  relato del enfrentamiento entre la Señora Rojas,  añeja representante de la Colonia Arboledas y el Presidente Municipal. Lamente lo sucedido pues ese desgaste mutuo lesiona las instituciones y no puede reducirse su análisis simplemente a una pugna PRI-PAN, cual entrenamiento para las elecciones que vienen. Por más antecedentes que la Señora Rojas tenga en el activismo priista y lo eterno de su cargo al frente de la Colonia, lo que sin duda demerita su legitimidad, ella no es extraña a otros, que respaldados por el PAN o el PRD han tratado de obstaculizar el desarrollo de la obra pública exacerbando la posible (o imposible) amenaza que significa.
Los americanos que todo abrevian describen al típico habitante que no quiere nada en su colonia como  “NIMBY´s” (abreviatura de “not in my back yard”)    que en español podría ser algo así como “NEMBOC” (“no en mi barrio o en mi colonia”). Dicho en más ranchero, es ese personaje alegador, representativo y con frecuencia más autoritario que sus vecinos, que dice “hágase tu voluntad Señor, pero en los burros de mi compadre”. No se ría, todos llevamos uno dentro, en cierta forma somos nemboc´s de closet, solo falta una gasolinera, un hospital o un table dance para sacarlo.
El diseño participativo y la planeación democrática son los antídotos para evitar que la obra pública sea electorera, impulsiva o tan solo emergente. Es la manera inteligente de evitar que un giro indeseable se inserte donde no va. Son técnicas y procedimientos que previenen el conflicto y garantizan armonía. En la próxima entrega hablaremos de ellos, así que por lo pronto aguante el tráfico que es por su bien!!