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El derecho a la ciudad, memorándum para candidatos.

Concepto improbable para muchos que hemos decidido cultivarnos en el arte jurídico, el derecho a la ciudad es un concepto que gradualmente debería comenzar a hacer sinfonía en el concierto del Derecho. Apenas apreciado como un derecho emergente y habitualmente entendido como de titularidad probablemente colectiva, no debe tornarse en una más de esas anquilosadas ideas abogadiles que convierten en palabrería lo que de suyo es experiencia, y en privilegio lo que es de todos. El derecho a la ciudad debe verse a través de la pupila de los ojos de quienes viven la ciudad, no exclusivamente de quienes la venden y de los que sin venderla le ganan.

 

El derecho a la ciudad plantea como objetivo específico la contribución a la construcción de una ciudad incluyente, habitable, justa, democrática, sustentable y disfrutable, tal como ya lo contemplaron nuestros vecinos de la Ciudad de México en el preámbulo de su Carta por el Derecho a la Ciudad.

 

Es decir, debe buscar la consolidación de una ciudad-derecho, no de una ciudad-negocio. Ante una dinámica social tan complicada y desesperanzadora como la que nos presenta nuestro tiempo, y sobre todo ante su potencial recrudecimiento gracias al exponencial crecimiento de ciudades como nuestra capital, ahora es cuando más que nunca resulta imprescindible sentar las bases para la construcción de una ciudad incluyente, capaz de regenerar el tejido social y dar cuerpo a una ciudadanía activa, consciente y responsable, y con ello dar posibilidades reales de una vida digna a quienes habitan estos espacios, particularmente a aquellos a quienes la gris y cruda frialdad urbana más golpea, los más desprotegidos.

 

Por ello, ahora que ya se empiezan a destapar los rostros que protagonizarán la jornada del próximo 07 de junio, desde aquí se hace un llamado para que los candidatos a dichas posiciones, incluyan en sus agendas un apartado especial para un derecho y un compromiso que ha de ser el patrón a partir del cual se borden los tejidos con los que habrán de arroparse nuestras ciudades y nuestro estado, pero sobre todo, con el que éstas habrán de arroparnos incluyentemente a nosotros y a los que tras nosotros habrán de venir, queretanos todos.

En futuras entregas trataremos de ir desglosando qué es eso del derecho a la ciudad, cómo debe manifestarse, y sobre todo, qué debería implicar para los que formamos parte del difícil juego de la dinámica social, entiéndase: sociedad civil, mercado y gobierno.

 

Que resulte inspiración el pensamiento de María Lorena Zárate, Coordinadora de la Oficina para América Latina de la Coalición Internacional para el Hábitat, y ninguno de los protagonistas de nuestra compleja dinámica social permita olvidarlo: hablar del derecho a la ciudad no es solo hablar de solucionar un problema particular, sino de la esperanza ambiciosa de construir un mundo mejor, un mundo posible donde quepan todos los otros mundos.

 

Manuel Mureddu González.

El reloj electoral y la Ciudad

Las conversaciones comienzan a ser pasionales. Tomar partido puede ser un riesgo o toda una valiente muestra de orgullo y convicción. Las sobremesas se calientan y se extienden, algunas se vuelven misteriosas y sectarias.

Los contratistas comienzan a sudar, a preocuparse, el presupuesto publico sufre de inestabilidad o hasta de Alzheimer; mientras tanto, los que quieren aventurarse de un brinco al trampolín político tratan de descubrir lo que queremos oír, lo que queremos ver. Algunos compilan expedientes para la guerra sucia, otros trabajan el entramado de una red que siempre esta ahí para recoger los recursos con que cada tres años se inunda la ciudad; un caudal interminable tras del más humilde sufragio.

Y es que cuantas cosas le suceden a la Ciudad cuando el reloj el electoral la gobierna. Se inauguran obras inconclusas, se hacen obras innecesarias, se declaran proyectos magníficos, se esconden proyectos fallidos. El reloj electoral con su gran manecilla, la que anticipa o retrasa cualquier illusion, ha comenzando a contar, y esta comenzando a dislocar el transcurso normal del tiempo en la Ciudad. Lo urgente urge  más y lo importante puede esperar.

Si quieres hacer algo grande hay que esperar a que cambie el sexenio; si quieres hacer algo no tan grande hay que aprovechar que todavía no acaba el sexenio. Si quieres hacer algo pequeño será difícil pues estamos a fin de sexenio, hay cosas más importantes en que aprovechar el tiempo; si no quieres hacer nada, que torpe hay que aprovechar que todavía no acaba el sexenio! quien sabe que pase después…

Interpretarlo es todo un arte. Y tu, eres presa del reloj electoral? Hace unos días tuve la experiencia de vivir la aplicación de ese implacable minutero en todo su esplendor. Defendiendo un asunto pude ver como  el derecho y la lógica se han hecho a un lado porque no vaya a ser que en estos tiempos, donde hay que cuidar clientelas o arrebatarlas, aplicarlos resulte perjudicial. No importa si se tiene la razón o si se ha sabido pedir, los que se manejan con ese reloj la regatean, no vaya a ser que se atrofie el ritmo de su personal cuenta regresiva; la maquinaria de su particular apreciación de lo prudente de acuerdo a la época que se avecina.

Para los gobiernos  las semanas comienzan a ser días y los días horas. Hay que acabar, hay que cerrar, hay que hacer lo prometido a como de lugar, aunque los que vengan   tengan que pedir prestado. Es una lógica de nunca acabar. Obras, obras, obras. Libros blancos, contratos sin firmar, cuentas que hay que cuadrar, acuerdos que hay que lograr aunque sea en la última sesión; basura que hay que sacar…

Nuestro único antídoto  es la planeación de largo plazo; sin ella estamos muy lejos de poder disfrutar de la estabilidad y la continuidad de un  proyecto municipal, estatal o nacional. Nuestra mala costumbre de vincularlo todo al proceso electoral es fuente y consecuencia de muchos de nuestros grandes problemas en la urbe. A la Ciudad le hace mucho daño tanto capricho, tanto ajuste a lo conveniente por encima de lo deseable.

Quizá podamos corregir cuando el eterno trienio, que frecuentemente resulta ser de 26 meses, se modifiqué a cuatro años largos y completes, o quizá, cuando renunciemos  totalmente  a la máxima histórica de la no reelección o quizá cuando los partidos políticos acuerden no distorsionar las agendas de todos los sectores con descalificaciones y estridencias, con silencios y evasivas.

Es el momento de pedir que se asegure a los servidores públicos para que no se enganchen al reloj electoral. No nos puede suspender la justicia y la razón, no es correcto.

tic tac… 2015…