Urbanismo feminista

Puede parecer un concepto urbano oportunista, pero no lo es. El urbanismo con perspectiva de género propone el diseño de los espacios públicos sobre variables adicionales de reconocimiento a la necesidad de garantizar, entre otras, pero quizá la más importante, la seguridad de la mujer en el proceso de disfrutar y servirse de la ciudad; igualar condiciones de uso en mobiliarios, equipamientos y servicios, pero además realizarlos con la intención clara de favorecer a las usuarias en su comodidad, en su tranquilidad.
La ciudad no puede atentar en contra de nadie, su infraestructura debe estar limpia, en el sitio correcto, con la capacidad de carga suficiente y, entre otras cuestiones de uso óptimo, bien iluminada, especialmente en aquellas áreas de la metrópoli donde puntos oscuros sin alumbrado público se vuelven áreas de riesgo para todos, pero en especial para ellas, desde la simple incomodidad de percibir una amenaza latente.
De otra situación de riesgo similar se desarrollaron ideas como el taxi rosa, los vagones especiales solo para ellas en tranvías, metro o trenes de cercanías que, entre otros motivos, procuran que los viajes intraurbanos no sean escenario proclive a la ofensa verbal, los tocamientos, el hostigamiento sexista o, definitivamente, la comisión de un delito.
Sobre esta misma base de análisis, Sedatu promueve en programas federales la provisión de fondos para los “cuartos rosas”, que se adicionan a los pies de casa para agregar a la base de la estructura de una vivienda una habitación para las niñas, inhibiendo, es la idea, que el hacinamiento sea escenario de abusos y violencia sexual intrafamiliar.
Los temas inician desde la organización de las estructuras de decisión en temas urbanos hasta la configuración física tanto del espacio público como de las reglas constructivas para las edificaciones privadas con servicios al público.
Desde la selección del planeador, la perspectiva de género es un asunto nodal. La ciudad que considera el urbanismo feminista también debe garantizar que en los consejos de las instituciones de planeación, exista una paridad de género entre los participantes, tanto funcionarios como representantes de la iniciativa privada, y que se garantice que la opinión de las consejeras no resulte minimizada o condicionada.
En materia de reglas constructivas, algunas han sido sometidas a la polémica; discusiones ha habido y muchas habrá de haber sobre los baños únicos que ya en algunas ciudades americanas comienzan a aparecer. Un tema que cruza también por el debate del reconocimiento y garantías a la diversidad sexual, otro elemento de la ecuación en una ciudad con visión de perspectiva de género, que por sencillo o poco trascendental que pueda parecer, resulta importante en la concepción posmoderna de ciudades igualitarias. Ciudades igualitarias, que mediante instrumentos normativos construyen un eje transversal de perspectiva de género desde el diseño arquitectónico.
Mucho falta por aprender, instrumentar y normalizar.

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