Muertos que gozan de cabal salud

El IMPLAN y la Central de Abastos son ejemplo eficiente de la fragilidad de nuestra política urbana y de la flacura de los instrumentos y herramientas que tenemos para imponer un orden territorial. Son dos espacios muertos –cada uno a su manera– perdidos en la Ciudad.

El Instituto de Planeación del Municipio de Querétaro es en el ámbito institucional un alma en pena. Un fantasma del cementerio que es hoy nuestra política urbana. Creado en la época del Dr. Rolando García, el IMPLAN significó un logro ciudadano muy “cacareado”; en su momento fue muestra clara de la evolución democrática y obsequio de los gobiernos del cambio, sin embargo a la fecha, es una entidad pública hueca y sin dirección.

El otrora espacio para la reflexión urbana, incubadora del futuro municipal es una triste y pálida figura de músculos atrofiados por la falta de uso. Oficina zombi que solo profiere lamentos…¡aaay mis hiiiijooos!… se escucha por la esquina de Guerrero y Pino Suárez y no es La Llorona.

Urge alguien quien como a Lázaro le diga, levántate y anda. Y es que al IMPLAN le terminaron negando cabida en el marco gerencial del desarrollo urbano de nuestro Municipio Capital. Después de tantos años nunca ha podido nutrirse de un modelo efectivo de participación ciudadana; nadie lo ve, nadie lo oye, nadie lo reclama.

Es como si hubiera desaparecido y nadie se percatara; no obstante, el hoy occiso se resiste y goza de cabal salud presupuestal, sirviendo su nómina para atender la bolsa de trabajo que se abre cada tres años, cuando cambia el turno de la élite gobernante.

El segundo caso es más escabroso, como de película de miedo… La Central de Abastos es un cadáver momificado escondido en el closet de nuestros proyectos olvidados. En algún momento orgullo político de sus impulsores y vigor materializado del comercio popular queretano, hoy de aquel portento solo quedan andrajos y fétidos olores.

Sumida en el caos del ordenamiento y el control urbano, el mega mercado ya cumplió su ciclo de vida hace varios años y reclama cristiana sepultura. La reclaman miles de familias queretanas que viviendo en las colonias de su alrededor no la pueden ver ni en pintura pues como un cáncer feroz, las invade sin que la autoridad pueda o quiera detener el proceso negativo de mezcla de usos, falta de mantenimiento, fauna nociva y pauperización del suelo contiguo.

Y es que a los muchos y buenos comerciantes que lo invirtieron todo en el espléndido proyecto de los años ochenta, no les queda otra alternativa más que aguantar y pedir la eutanasia urbana (término acuñado por Jorge Vazquezmellado).

Teniendo tema para una entrega exclusiva de esta columna, baste decir que hace algunos años se bosquejó un plan de regeneración urbana y reubicación de la Central pero el Presidente Armando Rivera lo detuvo en circunstancias sospechosas, cuando ya se tenía un avance real de la primera etapa para su recomposición social y posterior reanimación comercial.

Desde entonces, a este muertito urbano nadie lo quiere enterrar. Ningún Presidente Municipal se ha querido echar a cuestas la nada sencilla tarea de cerrarla y moverla de lugar para rescatar este espacio de la Ciudad y dar vida a los mismos comerciantes con una nueva y necesaria Central de Abastos, en otro punto del Municipio desde donde se pueda dar servicio a toda la metrópoli.

Descansen en paz… así sea.
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