Decisiones para los nuevos alcaldes metropolitanos

Por MNU y Lic. Gabriel Ballesteros Martínez
Separar la función pública de coordinar y gestionar el desarrollo urbano de la realización de la obra pública es una decisión elemental en los municipios modernos. La tendencia en las mejores ciudades del mundo es incluso emancipar la planeación urbana a un organismo ciudadanizado y dejar la gestión del desarrollo urbano en manos distintas de aquellas eminentemente ejecutantes de la obra pública; donde además –normalmente—estos son terceros de la iniciativa privada en libre competencia. 

En una ciudad que crece sin cesar como la nuestra y San Juan del Río (a otro ritmo pero también intenso), el problema es que la obra pública tiende ha convertirse en una herramienta de control “político” entre el capital vinculado a los contratistas y asimismo de atención socio-electoral de acuerdo a los resultados del último proceso; se hace sin planeación y distante de una visión y una política  urbanística prefigurada. 

Hace algunos años, en octubre de 2003 para ser preciso, el Municipio de Querétaro tomo la decisión de emancipar Obras Públicas de Desarrollo Urbano y Ecología creándose las Secretaría de Desarrollo Sustentable y la Secretaría de Obras Públicas. Una decisión que hoy ha mostrado ser correcta, pero que para ser perfecta le faltó el ingrediente de la planeación previa y mejor aun — previa, participativa y ciudadanizada… 

Las lluvias torrenciales de septiembre de 2003 y la red de drenaje pluvial que se volvió prioritaria; el Parque Bicentenario para el 2010 y casi al mismo tiempo el Centro de Convenciones en el Tángano con aspiraciones nacionales dan razón a mi comentario. Ejecución sin planeación sobre la base de una pequeña oficina de desarrollo urbano que fue aprendiendo a prueba y error sin una instancia de planeación activa y eficaz.    

Los municipios que tienen la oportunidad de tener ya emancipadas esas funciones no deben volver al esquema monolítico de las secretarías todólogas juez y parte y, asimismo, los municipios que pueden, deben intentar seguir las huella de ciudades como Curitiba en Brasil o Portland en los Estados Unidos, donde unos –los ciudadanos– sueñan la ciudad, otros –la burocracia normativa– la organiza, y otros, ingenieros, contratistas, arquitectos y demás la hacen realidad de acuerdo a los que se ha decidido entre todos, con metodologías democráticas. 

La obra pública es tan solo una consecuencia donde el origen es y debe ser la planeación.  La red económica y el desarrollo social en concordancia con el respeto y el cuidado al medio ambiente, su única guía. 

En el sector público, conjugar las tres actividades en una sola oficina ha sido históricamente una equivocación, pues la tendencia es crear una burocracia autoritaria y además condescendiente con el capricho del poderoso, poco afecta a considerar las opiniones ciudadanas. 

Así pues, vayan estas líneas preocupadas con dedicatoria precisa a nuestros nuevos gobernantes municipales: la obra pública, la planeación y la organización del desarrollo sustentable, si bien complementarias, son tres funciones bien distintas, cada una en su cajón, cada una con su guardián. Eso es lo contemporáneo, lo que sigue… 

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